Celebración de “Celebración”. Un libro escrito en
gallego en 2014 que fue premio de la crítica, que fue premio nacional de poesía
joven y que se traduce al castellano por iniciativa privada tres años más
tarde, en 2017. Celebramos que existan editoriales con la inteligencia y las
ganas que nuestras administraciones no ponen. Porque no les interesan ni la
cultura, ni mucho menos la poesía, ni menos aún / aínda / todavía una lengua que
no va a morir a pesar de ellos, no va a caer mientras haya Hermos con “H” y
ermos sin ella (baldíos, bosques carbonizados) y gentes y pueblos, poetas como
cualquiera, dándose la mano y pasándose unos a otros los calderos del agua, impotentes
y utópicos.
A una amiga mía de crecimiento lento, le dijo una
vez un médico oriental: plantas florece
abril, plantas florecen mayos; tú, flor de octubre: paciencias, ritmo. Cuando una lee Celebración recuerda olores, edad, pisa humedades, toca
carambanitos de hielo colgando y dice para sí: plantas florece frío eneros:
celebración, granadas.
Cuenta Gonzalo Hermo que si plantas significa personas
no es porque estemos creando una metáfora sino porque, como es obvio, todos
hemos visto que en la palabra planta ya estaban todas las estaciones y toda
maduración y los tiempos de ellas y de ellos. Esto no es una pipa. La
pretensión de univocidad en el discurso es una trampa y es una reducción. Y también
es una pena. No hay claridad en eso claro. Desde que existe Celebración, en la palabra frío ya va
estar para siempre un libro, dos: uno de tapas blancas y una granada con mucha
lujuria abierta en las páginas centrales (abro el libro por el centro y aparece);
otro, que carga todas las tentaciones húmedas y lascivas de los helechos de O
Courel de acullá (muestro el libro de La
Bella Varsovia). Esta foto de María Sánchez es para la Historia, porque es de
allá, de cuando Galicia aún / todavía / aínda no era más bien negra. Qué pena.
Esto no es una granada.
También me daba pena que aquí no hubiera representada una granada.
¿Representada? ¿Traducida?
Plantas
florece abril significa maduración temprana. Plantas florece invierno, frío, hielo, blancor de
los caminos, significa maduración precoz. Celebración es un libro de una madurez que asusta muchísimo a poetas
tardías como es una.
Antes de Celebración hubo Crac,
otro libro en que la edad y la fruta se adelantaron. Crac es el libro de un
chico enfadado, un libro violento y lúcido, lleno de referencias culturales y
lleno de Historia. Y de Geografía. Un libro seriamente político, como en clave
política se lee Celebración, se puede
leer. En el primer poema de aquel libro, que en nada desmerece, hay un verso
así:
sólo la
rabia motiva mi escritura
y también se nombra
mi odio
visceral de niño mordido, mi verso violento
y al final esto otro:
Sabed
que algún día escribiré
sobre
cómo los resentidos fuimos castrados
en qué
lugar sucedió
y cuanto
tiempo les bastó a aquellos que tuvieron a bien
antecederme
para
romperme la boca.
Celebración,
sólo tres años más tarde, parece haber aprendido a poner calma pero hay
tensión, tensiones:
__Entre un yo
enunciador y los múltiples yoes que
convoca; entre un interlocutor tú que
también es varios, incluido el yo; entre un
nosotros que podría ser un nosotros dos o todas nosotras, o simplemente el mundo.
Tensión entre distancia y cercanía, entre sentido
y fuga, entre frío y calor; entre la
piedra y lo que en ella no es piedra sino musgo, arena o cisne; tensión
entre silencio y ruido, entre movimiento y quietud, entre una
cierta pureza original perdida y el
deseo de recuperarla; muerte y
nacimiento, pérdida y hallazgo, nostalgia
y recuerdo. Pero todas las tensiones generan deseo, generan impulso, convocan a
Eros más que a Thanatos, disponen el cuerpo para la muda, implican vida,
terminan en vida, terminan en placer. Y no echar a volar las campanas tampoco
porque ni es tan claro esto, ni tan sencillo: ¿no sufre la serpiente en el tiempo que dura su cambio de camisa?
Visto así, como un conjunto de tensiones muy
concretas, todo podría parecer muy simple y muy dual si no fuera porque las
palabras (frío, calor, piedra, insecto, silencio, ruido, mano que escribe o
pinta, cualquiera de los nombres de este libro) se despliegan confusamente como
haces de luz, como haces de luz pero si giran rápidos sobre un mundo, más
rápidos o menos rápidos, más de día o más a la tardecita o más de noche, y
entonces luz de un faro. Lo engañoso es lo unívoco. En esos flashes aparece lo
visto y sus almas, sus fantasmas, lo
ambiguo, lo distinto, lo contrario. Una palabra es un paraguas y se abre, y
también se cierra, incluso se clava.
Las lenguas las tenemos ahí. Nuestras no son,
están, como la lluvia, si estuviera.
Algunas se podrían morir. Entonces, un vacío muy grande. No volvería a
llover, allí, aquí, en el cerebro-corazón.
En este libro, lo que a veces parece cerebro parece corazón, la palabra frío significa
fríos, poema se puede diluir hacia discurso sobre el poema, lo que aparenta dual es que te invitan a hacer
otra lectura.
Pasan cosas en el libro que vienen de allá
afuera, de antes, y al leerlo se quedan del lado de acá, en el cuerpo de la
lectora: la construcción es perfecta y explicable desde cada ladrillo, pero
además va a ser habitable y va a ser cálida: hay sentido ahí. Está el placer mismo de la lectura, que ya es
un abrigo abrigoso, pero hay también construcción de sentido para un mundo, el
nuestro, que necesita crear sentido. Celebración se puede leer en clave
política.
Como la que teje un jersey en punto jackard, introduce
líneas que se van tejiendo, carreritos
que aparecen y desaparecen. Son aquellas tensiones, que a veces se
deshacen o se diluyen o se matizan, son
olores, sabores, insectos, texturas . Hay hilos también para perderse,
agujeritos (huecos de calado, decimos las que hacemos arte de calceta). Pero vuelve obsesivamente el punto jersey,
el de fondo: engañosamente parece que es el frío y sus aparecidas. A mí me
parece que es la muda con su cuerpo dentro, su animalito. Hay una muda y sucede
a la intemperie; al frío, serenamente al frío que protege. Muda lleva a camino,
a despedida, llegada pero punto de partida, desconocimiento de lo que viene,
disposición a seguir, renuncia a la nostalgia, protección de la memoria,
aceptación de la muerte y, finalmente, del placer. Todo ello se puede leer en clave personal
pero me temo que no, que no es eso lo que quiere Gonzalo Hermo cuando dice
yo puedo ser tú cuando digo este cuerpo no me pertenece
Después de Crac y con Celebración, todo ello se
puede leer entre la lírica y la épica pero sin los tics de ninguna de ellas, ni
de otras, no hay tics, se lee como proceso de transformación de cuerpos que
hacen cuerpo común, cuerpos en camino, yo, tú nosotros. Si atendemos a las
citas que aparecen delante de las partes
del libro, podríamos decir con Gamoneda
“He llegado por fin, este no es mi lugar pero he llegado”, con Eduard del Castillo “Sempre estimaràs la terra amb què has
compartit el fred”, con Jacques Derrida “No tengo más que una lengua, no es la
mía”, con Antón Lopo “cómpre esquecer para deixar espazo ás cousas
verdadeiramente importantes” y con Chus
Pato “Esquezo, / esquezo de corazón”.
Todo se puede leer pensando en el paisaje que nos
toca habitar juntos en estos tiempos tan necesitados de una muda radical. Ni la
lengua más nuestra nos pertenece: es de usar y mudar. A poesía é un fouciño que desbrava unha ribada e atopa a camisa dunha
cobra.
La muda
supone que una transformación irreversible y necesaria se ha producido. Y eso es una conquista.
Empezar de cero sería deseable pero pesa el recuerdo, a veces quedan pedazos de
camisa pegados al cuerpo. Preparando esta presentación googleé “muda de la
culebra” y abrí un vídeo: en un zoo, con el ruido de fondo de todos los observadores
(vamos a llamarles aquí “lectores”) una animal, un cuerpo frío, un corazón, un
cerebro enredados en una rama, se arrastra mientras pierde muy lentamente su
camisa. Creemos que será difícil, lleva un tiempo, implica un recorrido, será
doloroso. Sólo se consigue moviéndose y
arañándose contra la corteza del soporte, tan áspera. Una piel azulada medio
blanquita cubre los ojos de la serpiente. El resto de los humanos no tenemos
que nunca tocar esa piel, no no, es malo para el bichito. En cambio, si la camisa está incompleta, si
faltan trozos es que todavía queda piel muerta pegada al animal, piel antigua
como anaquitos de nostalgia, y
veremos que se está dando un problema como
si de apego, de retención de muda. Mudar no es fácil, lo fácil es no aceptar
la compañía de la muerte, aquietarse, traicionarse.
Sabremos que la cosa ha ido bien si la piel ha salido toda, entera
del todo, tanto que aparece otro yo, otra serpiente. Como si hubiera muerto,
como si acabara de nacer. Entonces suponemos una sensación de placer y las lectoras nos vamos al último poema, que
se titula “El placer”.
Luz
Pichel
Texto
lido na presentación de Celebración (2017, La Bella Varsovia, tradución de Miriam Reyes) na libraría Nakama
de Madrid o 30 de outubro de 2017.